La Copa Libertadores son esos torneos que dejan consecuencias, ya sean grandes momentos como otros que nunca podrán cicatrizar, esas secuelas que más dolor dejan en el corazón.
Como en el 2004, Carlos Bianchi renunciaba a la dirección técnica de Boca luego de caer con Once Caldas en la final por penales. Hoy, el idolo, el emblema, Juan Román Riquelme, cuelga la camiseta número 10, posiblemente, para siempre: "no voy a continuar en Boca". Con un técnico que nunca lo quiso y a la fuerza tuvieron que convivir, "Falcioni me hizo dar vueltas a la cancha como un boludo cuando yo estaba bien". Con un nuevo presidente que, hace 3 años atrás, renuncia a la tesorería de Boca porque decía que no le deberían renovar un contrato tan largo, llega a su fin el segundo ¿y último? ciclo de Riquelme con la camiseta de Boca, luego de caer sin alma, sin dignidad, sin nada frente al Corinthians por 2 a 0 en la final.
En uno de los peores partidos del enganche xeneize, en el momento que más se lo necesitaba, no pudo hacer presencia en la cancha en ningun momento,, ni manejar con eficacia los avanzes de el equipo de Falcioni. En ningún momento gravitalizó la presencia del "10" de Boca. Así, con la frente baja, por la puerta de atrás, dice adiós uno de los mayores referentes en la historia del club. Esto es lo que provoca la Copa Libertadores, estas son las secuencias que deja. El tener que decirle "adiós" en el vestuario del Pacaembu, en Brasil, luego de perder la final, a todos esos hinchas que siempre lo amarán, llevarán su nombre en la espalda y recordarán que, su "último diez" fue Juan Román Riquelme.
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